martes, 5 de abril de 2011

Cae al lago

Cuando la luz golpea el pecho
el magma de mis lágrimas
consume tu nombre.
Dame solo un beso,
que alcance un vicio que duela.
Déjame mirarte de rodillas,
déjame descansar
por si la luna cae al lago.

El agua sigue en el vaso,
sobre la mesa en mi habitación
y tengo pocas palabras,
mientras tocas esa guitarra fría
para mis versos de aire,
como una hoja veloz.
El compás de los cristales
toman su figura diseñada
por un nocturno lamento
hacia la lejanía.

Este abril de lunas en el cuello,
se vuelve intenso,
se revuelve en el ayer
formando el hoy floreciente.
Formamos mundos con respiros,
acabamos creando la mejor
pieza de mar que pudo haberse hecho.
Toquemos fondo que esta noche nos alcanza.
No dudemos más,
no soltemos las palabras,
no dejemos que se rompa esta piel.

Puedo verlo,
siento miedo,
el cielo se queda corto en tamaño,
lo más verdadero está entre manos,
en las nuestras,
las que aún les falta vivir,
sin defender el tiempo,
sin colgar el teléfono
por las noches,
el reproche del mundo,
tus brazos y mi cuerpo.
No lo imaginarás,
no faltaré.

La vida dice sí ante todo este girar,
hoy por aquí,
desde esta habitación,
cuando la luz golpea el pecho
y la poesía se vuelve nula
no faltarán estrellas en los labios,
es por hoy,
es por siempre.

Shirley Romero

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