viernes, 30 de septiembre de 2011

Las miles de luces



Cubre la luz que empaña tu historia,
siente el remolino de los siglos,
infinidad de leyendas que encubren
cada vena que recorre por tu cuerpo,
dejando navegar tu sangre que no solo es tuya.

Ya van años, quizá microsegundos
desde que comprendí ciertos silencios
que me supieron a ti, se abrieron
muy pocas ventanas con una luz
que por juramento no quedaba más que cubrir.

Nunca supe nada, nunca logré saber
ese hilo de venas que llevabas
en tus hombros, cargando tantos
ciclos de ira y éxtasis
por una noche perfecta.

Siempre supe que en tu luz
podía refugiarme,
pese a no entender
cómo encendiste esa luz
con tus manos perfectas.

Logré adentrar tus suelos,
al tomar tu brazo, extirpar parte
de tus músculos espesos
y conocer a tus cielos, tus pisos,
tus sonrisas y golpes en la espalda al andar.

Nunca descubriré los miles
de años que encadenan cada uno
de tus cabellos, quizá se sintonice
mi mano con la tuya y tropecemos a la vez
pero al descubrir la luz que cubres vuelo.

Mi cuerpo se siente cansado,
cuando me miras sé que me miras,
tu luz nutre el andar de mis lunas,
tus manos tocan el viento
de las ramas de este sol.

He de temer al oidor,
he de vanagloriar al silencio
que quema tus pestañas
cuando caminamos sin rastro,
seré la única mujer que te abraza.

No te robo la calma
al saber la luz que empaña tu historia
y escucho, salta mi pecho,
gritas en silencio al leerme la mente,
al dominarme en cierne.

Miles de músicos
cantaron sus glorias solo ahí dentro,
quizá sienta temor por no saber
qué hay detrás de tanta oscuridad
mientras los ojos brillan como nunca.

Siento el desdén total
de cortar el corazón de todo impío
que se atreva a tratar de falso
al universo, solo él sabe ponerme loca,
solo él sabe que creo en lo que no he conocido.

La noche está perdida, hay silencios,
sigo en pie, nunca he de soltar
las miles de manos,
las miles de sangres,
las miles de luces que te empañan la historia.

Shirley Romero

jueves, 29 de septiembre de 2011

Pupilas



"Por verte un martes, un martes hecho por el universo"

Se congelaron las pupilas
al entrecruzarse con ímpetu.
Son segundos de paz, victoria,
son segundos de silencio.

El andar por calles
sin sentido mental,
correr sin precisa escuchando,
sintiéndote sin saberlo.

He de bajar por las calles
de aquel pueblo que nos envuelve,
he de sentir que rozas mi nombre,
gritas sin saberlo y caigo en tu mirada.

Al andar por la acera bailoteando,
sin poder dominar mi mente,
miro y sonríes, me detengo
por un lapso eterno que no fueron más
de trece segundos al sentirnos.

Tomaste la luz que consumía mi mirada,
atrapaste mi nivel de congelación
y descongelaste mi espera,
llegaste sin saberlo, sin esperar ese segundo.

Se retiene el silencio,
te miro a los ojos,
ceñidos, intactos, vuelves a sonreír,
correspondo tu mirada triste.

Bajan tus pupilas por las mías,
esas pupilas de color inexplicable,
esas manos que nutren mi memoria,
ese aroma a paz.

Pocas veces he de sentir la sintonización
que se clava por tu pecho y el mío
al pensar a la vez, llorar a la vez
como si el universo pudiese dar explicación.

Nadie comprende palabras tan simples,
nadie vivió esa mañana,
nadie sabrá por qué se congelaron
nuestras pupilas ni por qué volvieron en sí.

¿Dónde empieza y dónde acabará
el sentido que retocan las guitarras
y quizá algún piano sin memoria
que me haya hecho bajar por esa acera?

El jazz bajó por tus labios,
miraba el blanco de tu alma
y se deshizo mi tonalidad
para encender la bombilla que sería rota.

Segundos más, pasaban, pasaban, y,
mientras bajaba por aquellas calles
mirando hacia ahí, donde tomabas asiento,
refugié mil años más en tu mente, en tu mirar.

Quise tomarte, tomar tu mano y andar,
ya bastaba tiempo para dominar,
tomémoslo en algún momento
parte del secreto que nos cubrirá por siempre.

Poseo la esfera de la niña de tus ojos,
poseo en mi vida tu movimiento perfecto
y siento tu mirar, siento tu respirar
pese a los millones de siglos que nos han separado.

Se congelan las pupilas, hoy solo deseo
nuevamente bajar las calles,
mirarte un segundo y sentirme parte
de tu ser, como siempre he soñado.

Shirley Romero

martes, 27 de septiembre de 2011

Crónica perfecta



Esa noche, hablamos hasta tarde, tocando los brazos de la madrugada. Él, ese joven que es mi prometido, dejó caerse en los brazos del sueño y seguí su camino. Al colgar el teléfono, intenté una noche más pensar en el amor de mi vida, tiende a ser una historia tan igual y realmente nadie imaginaría la verdadera historia que está dentro de la historia, es un espécimen de secreto.

Al despertar, tenía tres mensajes, me había quedado dormida, debí haberme despertado antes para realizar ciertos quehaceres y luego irme a estudiar, qué sé yo, esas leyes científicas y mil números. De prisa corrí hacia el baño, tomé una ducha, casi caigo al caer el jabón, me recojo el cabello sin mucho afán, simplemente me lo recogí y emprendí mi partida, me despedí de mi madre ya que aún vivo con mis padres. Abracé a mi abuela que nos visitaba por esa semana, tomé el autobús, escuchando música, continué mi camino, al bajar de él, me vería con tres compañeras de estudio, iríamos a una tutoría, no recuerdo muy bien qué aprendí por lo sucedido minutos antes. Inicié mi camino, por alguna extraña razón, siempre caminaba por cierta calle, muy frecuentemente. Esa mañana decidí ir por la calle contraria, quizá intentando ganar tiempo pese a lo muchísimo que estaba divagando mi mente. Al ir caminando por dicha calle, subí el volumen de la pieza, era “Esperaré”, me fascina, al pasar por cierta lavandería de ese pueblo que envolvía mi todo, miré un vehículo estacionado, dentro de él dos niños, uno al lado de la acera por la cual bajaba y el otro al lado de la calle, adelante un joven muy serio, tomado del volante, mirando el vacío, no sé, mientras miraba el niño de ojos tristes, el que estaba al lado de la acera comía un helado, blanco como su alma puesta a la luz por sus ojitos, soltó con una mano su helado, me sonrió levemente y con su mano me dijo adiós, el otro niño ni me alzó a ver, respondí con una sonrisa muy grata su saludo, reaccioné abruptamente, entré en un lapso largo de memoria, fotografías, videos, luz, oscuridad, sol, tormenta, retrocedí tres pasos y lo miré, me sonrió con un disimulo increíble, como si fuese un adulto y supiese que debe cuidar lo que hace con respecto a mí, él y nuestro él. Era el niño de mi alma, mi corazón, lo que me roba la mente, el corazón, la vida…simplemente sería muy complicado ser explícita y mostrar entre mil páginas toda la historia, tan solo me interesa el hoy, mirar sus ojitos tristes en carne y hueso por primera vez en mi vida, deseando y rogándole al universo durante muchísimo tiempo por él, simplemente nos miramos, nos saludamos y en los ojos nos brillaba un “hasta que al fin”, tomando alas para continuar este vuelo sobre tierra.

No tengo palabras, es solo una crónica perfecta que cuento, las lágrimas me están bajando mientras cuento el inicio de mi vida real; seguí bajando por aquella calle equivocada que nunca tomo. Al encontrarme con mis compañeras, tomamos el segundo autobús, le escribí un mensaje a mi prometido, él no pudo creerlo tanto como yo, nos incrustamos en un shock pero igualmente esta noche medito, más fuerza no pudo darme su mirada, fue increíble a totalidad, no existirán palabras, voces, luces, secretos, puntos, historias, nada, no existirá nada que pueda acercarse a mi mañana, tan ligera y perfecta. Solo sé que sigo en pie, sigo firme, esperando que baje la tormenta para poder tener sus manos en mi rostro y besar su frentecita haciéndole saber que estaré por siempre, sí, por siempre.

Shirley Romero