martes, 27 de septiembre de 2011

Crónica perfecta



Esa noche, hablamos hasta tarde, tocando los brazos de la madrugada. Él, ese joven que es mi prometido, dejó caerse en los brazos del sueño y seguí su camino. Al colgar el teléfono, intenté una noche más pensar en el amor de mi vida, tiende a ser una historia tan igual y realmente nadie imaginaría la verdadera historia que está dentro de la historia, es un espécimen de secreto.

Al despertar, tenía tres mensajes, me había quedado dormida, debí haberme despertado antes para realizar ciertos quehaceres y luego irme a estudiar, qué sé yo, esas leyes científicas y mil números. De prisa corrí hacia el baño, tomé una ducha, casi caigo al caer el jabón, me recojo el cabello sin mucho afán, simplemente me lo recogí y emprendí mi partida, me despedí de mi madre ya que aún vivo con mis padres. Abracé a mi abuela que nos visitaba por esa semana, tomé el autobús, escuchando música, continué mi camino, al bajar de él, me vería con tres compañeras de estudio, iríamos a una tutoría, no recuerdo muy bien qué aprendí por lo sucedido minutos antes. Inicié mi camino, por alguna extraña razón, siempre caminaba por cierta calle, muy frecuentemente. Esa mañana decidí ir por la calle contraria, quizá intentando ganar tiempo pese a lo muchísimo que estaba divagando mi mente. Al ir caminando por dicha calle, subí el volumen de la pieza, era “Esperaré”, me fascina, al pasar por cierta lavandería de ese pueblo que envolvía mi todo, miré un vehículo estacionado, dentro de él dos niños, uno al lado de la acera por la cual bajaba y el otro al lado de la calle, adelante un joven muy serio, tomado del volante, mirando el vacío, no sé, mientras miraba el niño de ojos tristes, el que estaba al lado de la acera comía un helado, blanco como su alma puesta a la luz por sus ojitos, soltó con una mano su helado, me sonrió levemente y con su mano me dijo adiós, el otro niño ni me alzó a ver, respondí con una sonrisa muy grata su saludo, reaccioné abruptamente, entré en un lapso largo de memoria, fotografías, videos, luz, oscuridad, sol, tormenta, retrocedí tres pasos y lo miré, me sonrió con un disimulo increíble, como si fuese un adulto y supiese que debe cuidar lo que hace con respecto a mí, él y nuestro él. Era el niño de mi alma, mi corazón, lo que me roba la mente, el corazón, la vida…simplemente sería muy complicado ser explícita y mostrar entre mil páginas toda la historia, tan solo me interesa el hoy, mirar sus ojitos tristes en carne y hueso por primera vez en mi vida, deseando y rogándole al universo durante muchísimo tiempo por él, simplemente nos miramos, nos saludamos y en los ojos nos brillaba un “hasta que al fin”, tomando alas para continuar este vuelo sobre tierra.

No tengo palabras, es solo una crónica perfecta que cuento, las lágrimas me están bajando mientras cuento el inicio de mi vida real; seguí bajando por aquella calle equivocada que nunca tomo. Al encontrarme con mis compañeras, tomamos el segundo autobús, le escribí un mensaje a mi prometido, él no pudo creerlo tanto como yo, nos incrustamos en un shock pero igualmente esta noche medito, más fuerza no pudo darme su mirada, fue increíble a totalidad, no existirán palabras, voces, luces, secretos, puntos, historias, nada, no existirá nada que pueda acercarse a mi mañana, tan ligera y perfecta. Solo sé que sigo en pie, sigo firme, esperando que baje la tormenta para poder tener sus manos en mi rostro y besar su frentecita haciéndole saber que estaré por siempre, sí, por siempre.

Shirley Romero

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