martes, 25 de septiembre de 2012


Rondan

He visto la luz
de los ojos del universo.
He visto el párpado
de la montaña que nutre
los poros de tu silenciar.

He roto el cristal del agua,
nítida, perfecta, llena de lunas.
Las copas de mis árboles
rondan en tus secretos
y silban mientras reposan

en tus manos de maestro,
en tu piel de guerra y luz.
Vas con tu caballo, galopante,
sereno, lleno de tu andar,
lleno de tus memorias.

Y te siento desde las grises
montañas de tu pierna,
de tu espalda, tu mirar,
el callar rotundo de las tardes
sin sollozos.

Me das alegría y mi piel
vuela cada segundo
al llenarme de tu cielo,
porque he visto la luz
del universo.

Shirley Romero

viernes, 10 de agosto de 2012


Mirada egipcia


“No de la manera  en que los entendemos.” (Las Valkirias, Paulo Cohelo.)

Iba entre arenas,
arenas egipcias,
llenas de ojos,
llenas de mí.

Tu alma tocaba mis pies,
tragando las agujas del calor,
ibas en mi espalda, encorvado,
haciéndome apostar por tu sien.

Los caballos relampagueaban
tu verdad, mi verdad,
la nuestra, del mundo,
de vivir el sueño de todo ente,

todo aire atrapador,
toda piel intocable,
todo cielo en carne viva,
en huesos ventosos.

Van las Valkirias
una noche más,
en tu mirar,
en mi amar.

Shirley Romero

martes, 31 de julio de 2012

Rito a la nueva luz



Cae la oscuridad en la luz,
el hombre da tres pasos,
muere, descansa, se deja llevar.

 Un hombre de hueso
zumba sus pies en la puerta,
la piedra no se corre, vive.

Un retumbo nace en la sien de mi hombre,
mi maestro,
mi seguidor,

 ¿qué pasa ahora?
Caen las lunas en este año,
caen inviernos, caen veranos.

Lo bueno atándose de la mano a lo malo,
a lo oscuro, lo claro,
lo iluminado en muerte de paz.

Van cien días, está de nuevo
el gran hombre reñido con un profano
de la luz solar del universo mismo. 

Caen las tres del atardecer,
caen tus pies, mis manos,
cae el grande,

nacen los huesos
del hombre,
nace su carne disgregada.

 Vamos juntos, ustedes,
hermanos, yo he de seguirlos,
de cuando en vez.

Ya va la luz tocando el olimpo,
el hombre con la última esfera
en su cuerpo imperfecto. 

Sigamos cantando, faltan muertes,
faltan vidas, faltan puertas
que abrir, cerrar.

Noche de luz, luz tragando
oscuridades remotas,
de hoy, de ayer, de toda la vida.

Shirley Romero

sábado, 3 de marzo de 2012

Por las noctilucas


Voy marchando de espaldas,
hace tanto que no escribo,
recordame.

Va la hoja que lleva
tu aire,
tu firma, tus puntos.

Dejas tu rastro,
no hay dudas, ya lo sabemos,
ya lo vivimos.

No temo a cantarle
a un moro judio,
soy una hermana de tu aire,

tu silencio,
tus noctilucas,
tus escondites de tres en tres.

Ya va tocando
la ventana un hombre de negro,
no asusta mi paso, si su rugido.

Encuentro en su cuerpo
una carcel de lunares,
mil espacios en blanco.

Va tu fotografia
colgando de mi cuello,
uno mas, un silencio.

Dejame, Drexler, dejame,
hace tanto que no escribo
y hoy insisto en seguirlo haciendo.

Shirley Romero

miércoles, 26 de octubre de 2011

Manera simple


Tu voz adivina me ronda por la piel,
vas buscando la manera simple
se calarte en mi pecho, sin tocar,
sí, sin tocar mis venas del sentido.

Sigue el sol en mis facciones,
sigo divagando en la banca rota
de las esperas perdidas;
todo sea por tu voz divina.

Estás en mi conciencia
confundiendo las horas
que bailan por tu composición,
porque mi alma te llama.

Esta soledad nos deja fortuna,
sigue brillando en sus esperas,
yo te tengo y me abrigo,
me abrigo con tus labios de alba.

Liberas la libélula intrépida
que despeja nuestro escondite,
mis piernas se detienen a sostener
lo baldío de la reyerta aún en dicha banca.

Mis zapatos siguen con su tacón,
deseo correr entre tus astros,
es el jardín de tu espacio,
de tu cuerpo transeúnte.

Los ojos de tu divina espalda,
resuenan mi aire para perderme
en la rueda que da tu voz adormecida,
y vos solo vas buscando la manera simple.

Shirley Romero

martes, 25 de octubre de 2011

Segunda planta



Florece en mi alma tu silencio,
cae tu casa sobre mi mesa,
la mesa sigue desnuda
y la desnudez de tu lengua
sigue haciendo el papel efímero
de lo incontrolable ante las verdades.

Mira tu hoja reposando
en el cadáver que hace su nido
de luces tupidas
al vaivén de remembranzas.
Hoy dejo caer mi pecho
por tomar tu mano, ya desnuda.

Las sombras se apoderan,
se tornan fantasmas e iniciamos
el rumbo escabroso de ambas mentes.
Ya no estamos pensando,
dejamos que el aire se acople
en la garganta hasta ahogar.

Desvístete una vez más,
no hablo de cuerpo,
no necesito ahora tu piel,
he de entregarte una noche más
la máscara que encubre mi alma,
estando a solas, al meditar.

Pasas lento y el viendo
corre en vendaval por tus pies,
nuevamente nos quiere hacer caer,
desconozco el juego, es solo espacio y tiempo,
tan solo el espacio de tu mirada
y el tiempo de las tormentas.

Dejo de mirar atrás
y florece en mi alma tu silencio,
nuevamente revirtiendo el calor
que premedita la casa
que se posa en mi mesa
por desconocer los delirios.

El ying yang se aterra,
se torna un nudo envolvente
en las hojas que cubren
una esfera en un más allá,
se sigue el juego,
no caigamos una vez más.

Olvida el éxodo de nuestras manos,
esas lunas ya se han tejido,
no todo es simple, no todo es fácil,
mírame a los ojos esta noche,
te quiero hablar aunque mi pecho
sienta la quemadura que deja tu silencio.

Explícate ya,
déjame saber por qué mi rostro
se desfigura en las noches
donde crece la tempestad.
solo quiero descansar esta noche
y saber si sigues caminando.

Tomo tu silencio por el cuello,
hoy sí lo escribí como debía,
hoy sí lo sentí como debía.
la casa sigue sobre la mesa.
¿Podemos construir una segunda planta?
son solo ideas porque sigo rondándote.

Shirley Romero

martes, 18 de octubre de 2011

Minerva de Sagot



Sagot continuaba mirando la televisión mientras ella acariciaba sus cabellos. Él sentía frío en los brazos y estaba un tanto disgustado por lo que miraba en la pantalla, ella se levantó a la cocina, preparó un platillo algo ligero y se dirigió a la mesa, él un tanto cohibido por el aroma, se puso en pie y se dejó llevar hasta ella.
Estaban en silencio, quizá sus bromas tensan y simplemente se aleje a su piano mientras ella lee en voz baja, sentada en su sillita de metal forrada con un tejido perfecto color azul oscuro y detalles en carmesí, ella y sus extraños gustos. Minerva estaba por acabar su librito de Allende, ella y su casa de espíritus, viajando en ideas inexistentes a contraluz; Sagot seguía posándose en su piano mientras el platillo se enfriaba un tanto y la mente iniciaba su divagación.
La televisión seguía encendida, ella se levantó a darle cierta probadita al platillo y de paso darle un beso en la frente a Sagot, andaba un tanto serio, las lluvias lo ponen un tanto melancólico mientras ella siente más deseos de leer. Ya estaba el punto exacto, ella, tomándolo de su mano, lo dirigió suavemente a la mesa, acarició su pierna lentamente, le regaló una sonrisa de mirada tierna y simple e iniciaron su cena, Sagot ignoraba sus miradas, tendía a comer algo rápido, como lo hace mi hombre, por el sabor postulado en cada cucharadita.
Se miraron, nuevamente la frivolidad en él acopló la ternura de ella y decidió darle importancia poniéndose seria, él sonrió por verla con ojos de niña enfurecida, se le llenaban las pupilas de enamoramiento mientras intentaba hacerse la fuerte, ya era hora de conversar pese a que se disfrutaba ciertamente el platillo. Él seguía ignorando su mirada mientras ingería rápidamente, ella soltaba una risilla incontrolable por la necedad a la que se sometía Sagot.
En el acantilado de sus almas, levantaron popa a la luz sombreada que abrigaba sus silencios, ella, volvió a acariciarle la pierna y una lágrima desbordó su felicidad mientras ambos recogían su plato. Ya llevaban tiempo juntos, él y sus pianos, ella y sus libros y ambas sangres, cuerpos y almas en unión total. Él secó su lágrima, la tomó en brazos y le dio una voltereta, ella, por sus nervios gritó, ja, me siento tan identificada con Minerva, Sagot tiene grandes similitudes con él también.
Hace unos años le entregué mi sí, ellos ya tenían varios años de casados, Sagot siempre fue un hombre dulce de alma y brusco externamente, ella, ella siempre silenciosa, solo a él le dio un “te amo” desde que lo conoció, él había viajado mucho por la vida, ella era un tanto más lejana a los caminos pero había aprendido bastante de ellos. Esa noche, sí, esa noche siguieron mirando la televisión, quizá no era tanto el mirar los programas sino sentir sus almas unidas.
Ella, acariciaba los cabellos de Sagot y él se recostaba en su regazo mientras le susurraba su eternísimo amor. Existe tanta historia similar, lo trillado no tiene nombre, no me interesa escuchar un “este tema ya me lo sé”. Ellos solamente supieron amarse, Sagot era serio, ella tan solo era silenciosa y tímida, juntos, el mundo se volvía muy diferente, era tan solo de cruzar su puerta y caminar entre los miles de goces energéticos que despejaban las caracolas de sus mentes.
Esa noche, me senté a observar, tan solo a sentirlos, ambos tenían magia, no habría palabra concreta para definir sus ciclos ondulados entre mañanas y noches, simplemente era una vida tranquila, él tocaba piano, ella leía, él la amaba, ella igual, ella adoraba su vida porque lo tenía a él y él, qué decir, era el hombre más feliz del mundo, no sé qué pasó, hay momentos que cruzan pianos y pianos que cruzan libros… Sagot y Minerva siguen unidos, quizá mirando la televisión o simplemente cenando noche a noche mientras la lluvia cruza por mi mente su recuerdo.

Shirley Romero