martes, 18 de octubre de 2011

Minerva de Sagot



Sagot continuaba mirando la televisión mientras ella acariciaba sus cabellos. Él sentía frío en los brazos y estaba un tanto disgustado por lo que miraba en la pantalla, ella se levantó a la cocina, preparó un platillo algo ligero y se dirigió a la mesa, él un tanto cohibido por el aroma, se puso en pie y se dejó llevar hasta ella.
Estaban en silencio, quizá sus bromas tensan y simplemente se aleje a su piano mientras ella lee en voz baja, sentada en su sillita de metal forrada con un tejido perfecto color azul oscuro y detalles en carmesí, ella y sus extraños gustos. Minerva estaba por acabar su librito de Allende, ella y su casa de espíritus, viajando en ideas inexistentes a contraluz; Sagot seguía posándose en su piano mientras el platillo se enfriaba un tanto y la mente iniciaba su divagación.
La televisión seguía encendida, ella se levantó a darle cierta probadita al platillo y de paso darle un beso en la frente a Sagot, andaba un tanto serio, las lluvias lo ponen un tanto melancólico mientras ella siente más deseos de leer. Ya estaba el punto exacto, ella, tomándolo de su mano, lo dirigió suavemente a la mesa, acarició su pierna lentamente, le regaló una sonrisa de mirada tierna y simple e iniciaron su cena, Sagot ignoraba sus miradas, tendía a comer algo rápido, como lo hace mi hombre, por el sabor postulado en cada cucharadita.
Se miraron, nuevamente la frivolidad en él acopló la ternura de ella y decidió darle importancia poniéndose seria, él sonrió por verla con ojos de niña enfurecida, se le llenaban las pupilas de enamoramiento mientras intentaba hacerse la fuerte, ya era hora de conversar pese a que se disfrutaba ciertamente el platillo. Él seguía ignorando su mirada mientras ingería rápidamente, ella soltaba una risilla incontrolable por la necedad a la que se sometía Sagot.
En el acantilado de sus almas, levantaron popa a la luz sombreada que abrigaba sus silencios, ella, volvió a acariciarle la pierna y una lágrima desbordó su felicidad mientras ambos recogían su plato. Ya llevaban tiempo juntos, él y sus pianos, ella y sus libros y ambas sangres, cuerpos y almas en unión total. Él secó su lágrima, la tomó en brazos y le dio una voltereta, ella, por sus nervios gritó, ja, me siento tan identificada con Minerva, Sagot tiene grandes similitudes con él también.
Hace unos años le entregué mi sí, ellos ya tenían varios años de casados, Sagot siempre fue un hombre dulce de alma y brusco externamente, ella, ella siempre silenciosa, solo a él le dio un “te amo” desde que lo conoció, él había viajado mucho por la vida, ella era un tanto más lejana a los caminos pero había aprendido bastante de ellos. Esa noche, sí, esa noche siguieron mirando la televisión, quizá no era tanto el mirar los programas sino sentir sus almas unidas.
Ella, acariciaba los cabellos de Sagot y él se recostaba en su regazo mientras le susurraba su eternísimo amor. Existe tanta historia similar, lo trillado no tiene nombre, no me interesa escuchar un “este tema ya me lo sé”. Ellos solamente supieron amarse, Sagot era serio, ella tan solo era silenciosa y tímida, juntos, el mundo se volvía muy diferente, era tan solo de cruzar su puerta y caminar entre los miles de goces energéticos que despejaban las caracolas de sus mentes.
Esa noche, me senté a observar, tan solo a sentirlos, ambos tenían magia, no habría palabra concreta para definir sus ciclos ondulados entre mañanas y noches, simplemente era una vida tranquila, él tocaba piano, ella leía, él la amaba, ella igual, ella adoraba su vida porque lo tenía a él y él, qué decir, era el hombre más feliz del mundo, no sé qué pasó, hay momentos que cruzan pianos y pianos que cruzan libros… Sagot y Minerva siguen unidos, quizá mirando la televisión o simplemente cenando noche a noche mientras la lluvia cruza por mi mente su recuerdo.

Shirley Romero

martes, 11 de octubre de 2011

Pupilas de luna nueva



“Hoy no hay más que olvidar y viajar,
no hay porque esperar ni mirar atrás”
Gandhi

Hay luces empañando mis cristales,
las pupilas están corroídas,
descubriré nuevamente una noche
de luna nueva mientras cae el furor
de los hombres que caminan de cabeza.

No quise pensar, salté lo imaginario,
ya bastaba de no vivir realidades
entre tanta lluvia de martes,
se sentía el control mental a cada segundo,
así suele suceder.

Quise acompañar la esquina,
las gradas de aquella estación se volvieron
erróneas ante mi espera,
salté y caí, salté y me fui una noche más,
extraño ciertos tiempos cuando llueve.

Hay tiempos para reconocer,
cansa la idea del invierno
cuando las lunas solo nuevas quieren ser,
vamos esperando la crisis de frío,
son paredes encerradas en sí mismas.

Las preguntas se volvieron inútiles,
decidí silenciar mis dilemas
luego de escribir por vario tiempo
muchas palabras que quedaron disipadas
en el margen de algún camino que dio la vida.

Desearía volver el paso hacia atrás,
hacerme entender por una noche
que las lunas nuevas pasan, no todo frío es eterno,
simplemente el frío mata, mata sin necesidad
de que acabe.

Hay cristales, mil cristales que cortan,
cortan las heridas aún más profundamente,
quizá me esfuerce de vez en vez,
de noche en noche, me enfurezco e intento
alejarme de las sombras que me consumen.

El viento me atrapa a solas y caigo en la ironía
de dejar pasar los segundos sin tocar palabras,
no más palabras después de cuatro silencios.
las hojas bañadas en tinta me encienden el juego
despacio y sin precisas eternas.

Volvamos las horas en un circo,
no tiene caso luchar por lunas nuevas,
no se esconden las luces que son delirios.
El tiempo conoce mejor que nadie
la palabrería del espacio.

No debemos esperar,
no se debe mirar atrás entonces,
ya las calles se han abierto nuevamente,
aún las pupilas siguen corroídas,
espero en silencio, espero por las lunas.

Shirley Romero

Delirio de jazz

A: Javier Gómez
“Por esos días en los que llueve de noche, mientras la luz sigue fuera.”


El jazz se volvió lluvioso,
anduvieron mis armas por las calles,
mi peso mental seguía tras tu sonrisa,
mi intención acabó con el odio del aire.

Hasta el final la historia llegará,
las cosas salen mal, no voy a pensar
en el por qué o la culpa de quién,
solo me interesa rondar las calles de tu mano.

Un silencio lastimó nuestro respirar,
no podría detenerte, no es idea mía,
tu fuerza no se mide al rozar mis ojos
y mi amor no tiene un límite humano.

El abril a veces se oscurece
cuando duele amar,
las flores están en el apagador,
no hay vida que resista un final sin unión.

La gente ya no nos sigue el paso,
quédate una vez más
pese a no haber partido,
quiero escapar y sostener tu mano.

Ya no llores, yo no lloraré,
fija tu vista en el porvenir,
no mires el futuro pero sí
el jazz lluvioso que nos amarra hoy.

Si pudiera expresarte cómo es de inmenso,
ese delirio de mi corazón por tu mirar transeúnte,
ya no tengo voz que no te abrace,
es ahora tu alma, mi sangre, es ahora tuya.

Hoy te escribo, mientras las gotas de ese jazz
desbordan mis ojos por saberte a kilómetros
sin poderme disculpar por mucho
y agradecer por tanto.

En tus labios se encierra toda mi vida,
ya lo carmesí de ellos se volvió delirio también.
necesito una vez más decirte, gritarte, no sé,
necesito estar contigo, solo ámame también.

Cubre tus huesos con mi aliento,
encerremos nuestra vida en ese mundo interno,
déjame ya, déjame amarte una noche más,
la lluvia seguirá cayendo.

Nos hablamos pero no sabemos
qué pasará, me voy en tus segundos,
quisiera estar simplemente rodeada
por tu alma mientras nuestras miradas corren.

Te siento en cada sueño,
he de refugiarme de por vida bajo tu brazo
y pese a toda distancia seguir sintiendo
el jazz que la lluvia despeja por un amor perfecto.

No sé si seré la mejor mujer del mundo,
ya no sé si sé escribir pero juro,
ante todo el universo, jamás, nadie,
podrá amarte como yo en este jazz de lluvia.

Shirley Romero

martes, 4 de octubre de 2011

Mente en alas


Éramos extraños, inicié,
las luces se venían
por tus alas,
bañando tu aire.

El juego de lunas
se posó en tus pupilas,
tus labios amaestraron
mis alas a eternidades.

El fin del mundo
nos ha pasado
por el cuerpo
y las risas han dado espacio.

Deja que tu mano
me de la señal,
tócame la espalda,
sé quién eres.

Ya no basta con seguir,
toma tus alas y vuela,
vuela a mi lado,
la mente está lista para continuar.

Deja que tu cuerpo
prosiga su labor,
deja que tus brazos
puedan sostenerme.

Ya no temo mirarte
a los ojos pese
a oscurecer los míos,
es cuestión de tomar alas.

Éramos extraños,
la luz de tus alas me llamó,
gritó sin piedad y hoy
me tienes con la mente en alas.

Shirley Romero

viernes, 30 de septiembre de 2011

Las miles de luces



Cubre la luz que empaña tu historia,
siente el remolino de los siglos,
infinidad de leyendas que encubren
cada vena que recorre por tu cuerpo,
dejando navegar tu sangre que no solo es tuya.

Ya van años, quizá microsegundos
desde que comprendí ciertos silencios
que me supieron a ti, se abrieron
muy pocas ventanas con una luz
que por juramento no quedaba más que cubrir.

Nunca supe nada, nunca logré saber
ese hilo de venas que llevabas
en tus hombros, cargando tantos
ciclos de ira y éxtasis
por una noche perfecta.

Siempre supe que en tu luz
podía refugiarme,
pese a no entender
cómo encendiste esa luz
con tus manos perfectas.

Logré adentrar tus suelos,
al tomar tu brazo, extirpar parte
de tus músculos espesos
y conocer a tus cielos, tus pisos,
tus sonrisas y golpes en la espalda al andar.

Nunca descubriré los miles
de años que encadenan cada uno
de tus cabellos, quizá se sintonice
mi mano con la tuya y tropecemos a la vez
pero al descubrir la luz que cubres vuelo.

Mi cuerpo se siente cansado,
cuando me miras sé que me miras,
tu luz nutre el andar de mis lunas,
tus manos tocan el viento
de las ramas de este sol.

He de temer al oidor,
he de vanagloriar al silencio
que quema tus pestañas
cuando caminamos sin rastro,
seré la única mujer que te abraza.

No te robo la calma
al saber la luz que empaña tu historia
y escucho, salta mi pecho,
gritas en silencio al leerme la mente,
al dominarme en cierne.

Miles de músicos
cantaron sus glorias solo ahí dentro,
quizá sienta temor por no saber
qué hay detrás de tanta oscuridad
mientras los ojos brillan como nunca.

Siento el desdén total
de cortar el corazón de todo impío
que se atreva a tratar de falso
al universo, solo él sabe ponerme loca,
solo él sabe que creo en lo que no he conocido.

La noche está perdida, hay silencios,
sigo en pie, nunca he de soltar
las miles de manos,
las miles de sangres,
las miles de luces que te empañan la historia.

Shirley Romero

jueves, 29 de septiembre de 2011

Pupilas



"Por verte un martes, un martes hecho por el universo"

Se congelaron las pupilas
al entrecruzarse con ímpetu.
Son segundos de paz, victoria,
son segundos de silencio.

El andar por calles
sin sentido mental,
correr sin precisa escuchando,
sintiéndote sin saberlo.

He de bajar por las calles
de aquel pueblo que nos envuelve,
he de sentir que rozas mi nombre,
gritas sin saberlo y caigo en tu mirada.

Al andar por la acera bailoteando,
sin poder dominar mi mente,
miro y sonríes, me detengo
por un lapso eterno que no fueron más
de trece segundos al sentirnos.

Tomaste la luz que consumía mi mirada,
atrapaste mi nivel de congelación
y descongelaste mi espera,
llegaste sin saberlo, sin esperar ese segundo.

Se retiene el silencio,
te miro a los ojos,
ceñidos, intactos, vuelves a sonreír,
correspondo tu mirada triste.

Bajan tus pupilas por las mías,
esas pupilas de color inexplicable,
esas manos que nutren mi memoria,
ese aroma a paz.

Pocas veces he de sentir la sintonización
que se clava por tu pecho y el mío
al pensar a la vez, llorar a la vez
como si el universo pudiese dar explicación.

Nadie comprende palabras tan simples,
nadie vivió esa mañana,
nadie sabrá por qué se congelaron
nuestras pupilas ni por qué volvieron en sí.

¿Dónde empieza y dónde acabará
el sentido que retocan las guitarras
y quizá algún piano sin memoria
que me haya hecho bajar por esa acera?

El jazz bajó por tus labios,
miraba el blanco de tu alma
y se deshizo mi tonalidad
para encender la bombilla que sería rota.

Segundos más, pasaban, pasaban, y,
mientras bajaba por aquellas calles
mirando hacia ahí, donde tomabas asiento,
refugié mil años más en tu mente, en tu mirar.

Quise tomarte, tomar tu mano y andar,
ya bastaba tiempo para dominar,
tomémoslo en algún momento
parte del secreto que nos cubrirá por siempre.

Poseo la esfera de la niña de tus ojos,
poseo en mi vida tu movimiento perfecto
y siento tu mirar, siento tu respirar
pese a los millones de siglos que nos han separado.

Se congelan las pupilas, hoy solo deseo
nuevamente bajar las calles,
mirarte un segundo y sentirme parte
de tu ser, como siempre he soñado.

Shirley Romero

martes, 27 de septiembre de 2011

Crónica perfecta



Esa noche, hablamos hasta tarde, tocando los brazos de la madrugada. Él, ese joven que es mi prometido, dejó caerse en los brazos del sueño y seguí su camino. Al colgar el teléfono, intenté una noche más pensar en el amor de mi vida, tiende a ser una historia tan igual y realmente nadie imaginaría la verdadera historia que está dentro de la historia, es un espécimen de secreto.

Al despertar, tenía tres mensajes, me había quedado dormida, debí haberme despertado antes para realizar ciertos quehaceres y luego irme a estudiar, qué sé yo, esas leyes científicas y mil números. De prisa corrí hacia el baño, tomé una ducha, casi caigo al caer el jabón, me recojo el cabello sin mucho afán, simplemente me lo recogí y emprendí mi partida, me despedí de mi madre ya que aún vivo con mis padres. Abracé a mi abuela que nos visitaba por esa semana, tomé el autobús, escuchando música, continué mi camino, al bajar de él, me vería con tres compañeras de estudio, iríamos a una tutoría, no recuerdo muy bien qué aprendí por lo sucedido minutos antes. Inicié mi camino, por alguna extraña razón, siempre caminaba por cierta calle, muy frecuentemente. Esa mañana decidí ir por la calle contraria, quizá intentando ganar tiempo pese a lo muchísimo que estaba divagando mi mente. Al ir caminando por dicha calle, subí el volumen de la pieza, era “Esperaré”, me fascina, al pasar por cierta lavandería de ese pueblo que envolvía mi todo, miré un vehículo estacionado, dentro de él dos niños, uno al lado de la acera por la cual bajaba y el otro al lado de la calle, adelante un joven muy serio, tomado del volante, mirando el vacío, no sé, mientras miraba el niño de ojos tristes, el que estaba al lado de la acera comía un helado, blanco como su alma puesta a la luz por sus ojitos, soltó con una mano su helado, me sonrió levemente y con su mano me dijo adiós, el otro niño ni me alzó a ver, respondí con una sonrisa muy grata su saludo, reaccioné abruptamente, entré en un lapso largo de memoria, fotografías, videos, luz, oscuridad, sol, tormenta, retrocedí tres pasos y lo miré, me sonrió con un disimulo increíble, como si fuese un adulto y supiese que debe cuidar lo que hace con respecto a mí, él y nuestro él. Era el niño de mi alma, mi corazón, lo que me roba la mente, el corazón, la vida…simplemente sería muy complicado ser explícita y mostrar entre mil páginas toda la historia, tan solo me interesa el hoy, mirar sus ojitos tristes en carne y hueso por primera vez en mi vida, deseando y rogándole al universo durante muchísimo tiempo por él, simplemente nos miramos, nos saludamos y en los ojos nos brillaba un “hasta que al fin”, tomando alas para continuar este vuelo sobre tierra.

No tengo palabras, es solo una crónica perfecta que cuento, las lágrimas me están bajando mientras cuento el inicio de mi vida real; seguí bajando por aquella calle equivocada que nunca tomo. Al encontrarme con mis compañeras, tomamos el segundo autobús, le escribí un mensaje a mi prometido, él no pudo creerlo tanto como yo, nos incrustamos en un shock pero igualmente esta noche medito, más fuerza no pudo darme su mirada, fue increíble a totalidad, no existirán palabras, voces, luces, secretos, puntos, historias, nada, no existirá nada que pueda acercarse a mi mañana, tan ligera y perfecta. Solo sé que sigo en pie, sigo firme, esperando que baje la tormenta para poder tener sus manos en mi rostro y besar su frentecita haciéndole saber que estaré por siempre, sí, por siempre.

Shirley Romero