jueves, 29 de septiembre de 2011
Pupilas
"Por verte un martes, un martes hecho por el universo"
Se congelaron las pupilas
al entrecruzarse con ímpetu.
Son segundos de paz, victoria,
son segundos de silencio.
El andar por calles
sin sentido mental,
correr sin precisa escuchando,
sintiéndote sin saberlo.
He de bajar por las calles
de aquel pueblo que nos envuelve,
he de sentir que rozas mi nombre,
gritas sin saberlo y caigo en tu mirada.
Al andar por la acera bailoteando,
sin poder dominar mi mente,
miro y sonríes, me detengo
por un lapso eterno que no fueron más
de trece segundos al sentirnos.
Tomaste la luz que consumía mi mirada,
atrapaste mi nivel de congelación
y descongelaste mi espera,
llegaste sin saberlo, sin esperar ese segundo.
Se retiene el silencio,
te miro a los ojos,
ceñidos, intactos, vuelves a sonreír,
correspondo tu mirada triste.
Bajan tus pupilas por las mías,
esas pupilas de color inexplicable,
esas manos que nutren mi memoria,
ese aroma a paz.
Pocas veces he de sentir la sintonización
que se clava por tu pecho y el mío
al pensar a la vez, llorar a la vez
como si el universo pudiese dar explicación.
Nadie comprende palabras tan simples,
nadie vivió esa mañana,
nadie sabrá por qué se congelaron
nuestras pupilas ni por qué volvieron en sí.
¿Dónde empieza y dónde acabará
el sentido que retocan las guitarras
y quizá algún piano sin memoria
que me haya hecho bajar por esa acera?
El jazz bajó por tus labios,
miraba el blanco de tu alma
y se deshizo mi tonalidad
para encender la bombilla que sería rota.
Segundos más, pasaban, pasaban, y,
mientras bajaba por aquellas calles
mirando hacia ahí, donde tomabas asiento,
refugié mil años más en tu mente, en tu mirar.
Quise tomarte, tomar tu mano y andar,
ya bastaba tiempo para dominar,
tomémoslo en algún momento
parte del secreto que nos cubrirá por siempre.
Poseo la esfera de la niña de tus ojos,
poseo en mi vida tu movimiento perfecto
y siento tu mirar, siento tu respirar
pese a los millones de siglos que nos han separado.
Se congelan las pupilas, hoy solo deseo
nuevamente bajar las calles,
mirarte un segundo y sentirme parte
de tu ser, como siempre he soñado.
Shirley Romero
martes, 27 de septiembre de 2011
Crónica perfecta
Esa noche, hablamos hasta tarde, tocando los brazos de la madrugada. Él, ese joven que es mi prometido, dejó caerse en los brazos del sueño y seguí su camino. Al colgar el teléfono, intenté una noche más pensar en el amor de mi vida, tiende a ser una historia tan igual y realmente nadie imaginaría la verdadera historia que está dentro de la historia, es un espécimen de secreto.
Al despertar, tenía tres mensajes, me había quedado dormida, debí haberme despertado antes para realizar ciertos quehaceres y luego irme a estudiar, qué sé yo, esas leyes científicas y mil números. De prisa corrí hacia el baño, tomé una ducha, casi caigo al caer el jabón, me recojo el cabello sin mucho afán, simplemente me lo recogí y emprendí mi partida, me despedí de mi madre ya que aún vivo con mis padres. Abracé a mi abuela que nos visitaba por esa semana, tomé el autobús, escuchando música, continué mi camino, al bajar de él, me vería con tres compañeras de estudio, iríamos a una tutoría, no recuerdo muy bien qué aprendí por lo sucedido minutos antes. Inicié mi camino, por alguna extraña razón, siempre caminaba por cierta calle, muy frecuentemente. Esa mañana decidí ir por la calle contraria, quizá intentando ganar tiempo pese a lo muchísimo que estaba divagando mi mente. Al ir caminando por dicha calle, subí el volumen de la pieza, era “Esperaré”, me fascina, al pasar por cierta lavandería de ese pueblo que envolvía mi todo, miré un vehículo estacionado, dentro de él dos niños, uno al lado de la acera por la cual bajaba y el otro al lado de la calle, adelante un joven muy serio, tomado del volante, mirando el vacío, no sé, mientras miraba el niño de ojos tristes, el que estaba al lado de la acera comía un helado, blanco como su alma puesta a la luz por sus ojitos, soltó con una mano su helado, me sonrió levemente y con su mano me dijo adiós, el otro niño ni me alzó a ver, respondí con una sonrisa muy grata su saludo, reaccioné abruptamente, entré en un lapso largo de memoria, fotografías, videos, luz, oscuridad, sol, tormenta, retrocedí tres pasos y lo miré, me sonrió con un disimulo increíble, como si fuese un adulto y supiese que debe cuidar lo que hace con respecto a mí, él y nuestro él. Era el niño de mi alma, mi corazón, lo que me roba la mente, el corazón, la vida…simplemente sería muy complicado ser explícita y mostrar entre mil páginas toda la historia, tan solo me interesa el hoy, mirar sus ojitos tristes en carne y hueso por primera vez en mi vida, deseando y rogándole al universo durante muchísimo tiempo por él, simplemente nos miramos, nos saludamos y en los ojos nos brillaba un “hasta que al fin”, tomando alas para continuar este vuelo sobre tierra.
No tengo palabras, es solo una crónica perfecta que cuento, las lágrimas me están bajando mientras cuento el inicio de mi vida real; seguí bajando por aquella calle equivocada que nunca tomo. Al encontrarme con mis compañeras, tomamos el segundo autobús, le escribí un mensaje a mi prometido, él no pudo creerlo tanto como yo, nos incrustamos en un shock pero igualmente esta noche medito, más fuerza no pudo darme su mirada, fue increíble a totalidad, no existirán palabras, voces, luces, secretos, puntos, historias, nada, no existirá nada que pueda acercarse a mi mañana, tan ligera y perfecta. Solo sé que sigo en pie, sigo firme, esperando que baje la tormenta para poder tener sus manos en mi rostro y besar su frentecita haciéndole saber que estaré por siempre, sí, por siempre.
Shirley Romero
jueves, 22 de septiembre de 2011
La vela de tu mirada
"Como una caracola, tu mirada fue pactada en luz"
Las velas tuvieron su magia,
se atrapa el corazón que vuela
por los pechos que rondan
esta luna.
Más allá las verdades
se vuelven silenciosas,
queda tiempo para leer
dos copas directas en letras puras.
Miro colgantes papeles,
destrozo el sin fin de velas
que trasnochan tu mirada
mientras duermo a tu lado.
Antes de ser parte de mí,
diste a conocer mi faceta
interna, me dejaste escribirle
a tu corazón en desnudez.
He de agradecer el antes,
he de cuidar el ahora,
he de interrogar a mi futuro,
entre la magia de tus velas.
Shirley Romero
El sombrero sobre el arbusto
Tomo su sombrero y busco
en el hoyo de las distancias,
el arbusto crece y sigo en pie,
a su lado mirando hacia adentro
a ver qué secreto o sueño
deja salir.
Se ocupa mi corazón,
deja su vacío, mirando siempre
al universo de puntillas
lo señalo y analizo
cada cual a su gravedad
para mirar el tiempo latente.
Se cuela mi mano
su mirada campante,
misteriosa y frívola
que encierra las luces
de un oscuro vaivén
del que el mundo no habla aún.
El cuenta gotas cae sobre
el arbusto, tomo el sombrero
y sigue mirando al cielo
como si fuese parte de su sangre,
parte de su alma,
parte de sus secretos de hombre.
Flota el río en su mirada,
cae el sombrero nuevamente
en mi mano, se silencia tanto
y pregunto poco,
pregunto en mi mente pero ya sé
que lee lo que voy pensando.
Se entumen sus ojos,
gotea el rayo de luz
que despeja su prisma
en cuerpo y lo noto
sin contarlo, él explica
en mente y yo le escucho en miradas.
Llegó la lejanía a ocupar el corazón
vaporoso en el trance
que quita nuestros pies
de la gravedad del mundo interno,
interno de lo interno, el sombrero
sobre el arbusto, me marcho y él sigue.
Shirley Romero
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Tres puntos
La soledad ha tragado mis credenciales;
muchas puertas que se abrían
durante los temporales,
han cerrado la ventana de cicatrices,
destinada a las palabras que ruedan
en papeles baldíos
por burdos lapsos de tiempo.
Las dogmas de mi sangre
han quedado en marcha
de olvido.
Vi llegar los rumbos del pensar,
quizá enmarañe mucho
estas palabras,
no me estoy entendiendo.
Me traen mil canciones
a un escondite secreto,
donde el viendo lleva tres puntos,
en un papel que baila
por la mirada de algunos,
con fuerza que no tengo hoy,
quizá pasen siglos y no la obtenga.
El aire toma mi nombre,
demora al universo
para enmarcarlo en una semifusa
que amarra las llaves
en capsulas limitadas.
Hay dos pasos, el malo y el bueno
y quizá recuerdes a mal y bien y rías.
Por mientras sigo dando volteretas
que los llevan al error ilimitado
de ser notados por ciertos ojos
que esconden purezas
vistas como impurezas,
son solo trueques de lo original,
tómalo en secreto, ya sabes la verdad.
No todo está perdido, tanta lágrima,
dijo Drexler, sintiéndose vaso vacío.
Hoy trae la espuma del tiempo
y grito en lo serio del remo
que trae este río, he visto luces,
he visto aguas, torrentes, tormentas
y hoy siento aún más fuerte el ruido.
Quizá la soledad tragó mis credenciales
y aún no supere el desarrollo de alma
que clava un antes en un ahora
formando un fuerte después,
estrellando las ondulaciones
que no vivo, no viviré,
ya no se sabe cuán vivo se está, se está.
Shirley Romero
viernes, 9 de septiembre de 2011
De cielo azul
Recuerda aquellas tardes
donde Peter Pan volaba
por tus sueños de niño
encontrando mi mano
para llevarme lejos de tantas lluvias
y ser un simple niño
viviendo en luz fugaz.
Recuerdo tus años, tus luchas,
recuerdo el momento de tomar
las agallas, mirarte a los ojos
y verte mi niño, saberte el alma
que aún era un brote de flor pura.
Esta película nos hizo llorar
y la trama fue nuestra historia.
A los pies de nuestra cama
están los recuerdos y entre juguetes
de cielo azul volamos cometas
sintiendo en el cuerpo esa niñez eterna
al estar juntos.
Volveremos a encontrar nuestro corazón
maltratado por los caminos.
Vuelve a ser niño, hoy te recuerdo
en mi pecho adormecido buscando mi cuello
para tender tu silencio
y mientras como madre
te beso la frente
recordaremos este recuerdo entre los niños
que corran por ahí buscando algún recuerdo.
Shirley Romero
martes, 23 de agosto de 2011
Cometas bailando en tu cuello
La travesía ha dominado tu andar,
nuevamente uso las frases
que una vez te envenenaron
mientras morías y yo reía
por verte andar tan cruel
fingiendo ser realista.
Me dolieron los cristales
encarnados en tu hiel y el paso
de los años te hacen más cruel mientras más
reía en los lapsos de tu expresión
al mirarme andar por tus cabellos baldíos.
Causaba lágrimas ese aire de burbuja
entre las cometas que bailaban en tu cuello,
tan poseído por algún dilema
que te trajo hasta el más recóndito
espacio de mi pensar por besar
el remedio de mi mirar ante el alba.
Nuevamente uso las frases
que una vez te envenenaron,
quizá dos o tres o mil.
Por tanto y todo este espacio de mi pensar
forma ciclos de vida, hoy, mañana, después.
Shirley Romero
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